Mi día B: Pelos, pelos


El viernes lo anuncié, y aquí estoy, dando la cara.

No me compliqué en absoluto. Así se resumen mis decisiones en cuanto a cabello y maquillaje. Por un lado, el maquillaje fue absolutamente autoejecutado. Vamos, que lo hice yo. Muy natural (disculpad las fotos amateurs, pero os prometo que pondré las del fotógrafo en cuanto me las dé), sin ojos marcados. Sólo disimulando imperfecciones.


En cuanto al peinado, descarté rápidamente los peinados de estudiado efecto despeinado (aunque me encantan) por dos razones: la primera, mi cabello ultrafino no aguantaría una noche que prometía ser muy larga. Y acabar despeinada cual loca no me apetecía en absoluto. La segunda, llevaría tocado, y pesado, por lo que necesitaba una buena base para que se sujetara y se acomodara.


No llevé velo. Sólo lo llevaría en el caso de que fuese el de mi madre, pero no funcionaba el color con el del vestido… así que sin duda, me decanté por el tocado que Marta de El Jardín de Lulaila diseñó para mí. Una preciosa joya forrada con el tejido del vestido, adornado por una camelia (una flor muy gallega) y con cierto aire flamenco.


La estrella del tocado era una auténtica pieza art déco: un enrejado en plata vieja maravilloso que aún miro y me encanta. Y que además, no se movió ni un ápice en las 16 horas que estuvo colocado en mi cabeza.

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