Trabajar. La esclavitud del siglo XXI. Todos los días pienso en lo feliz que sería si hubiese nacido en casa del Sr. Ortega. Rica, rodeada de trapitos, con todo el tiempo del mundo para viajar y para hacer lo que me gusta. Estoy segura de que no me aburriría. Incluso de que, llegado el momento, seré una jubilada feliz. Mientras, toca maltratar a mis incipientes patas de gallo con raciones interminables de madrugones y estrés laboral. Qué se le va a hacer. Me dan ganas de creer en la reencarnación para ver si me toca otra vida mejor.
En realidad, las cosas están bien como están. Pero es que sin quejarse, la vida es un aburrimiento. En el fondo, nos encanta levantarnos todos los días y pasear nuestros ojos frente al armario recorriendo todas y cada una de nuestras prendas en busca de la inspiración. Porque al final, es sólo un tema de musas. Reconozcámoslo: no nos hace falta más ropa. Sólo, un poco más de juego.
Hace algunas entradas, alguna de vosotras hablábais de los vestidos. El vestido es la prenda ideal para madrugar. Funciona por sí mismo. Sólo hace falta aderezarlo. Así que, hoy dedicaremos nuestro tiempo a hablar sobre las posibilidades del vestido como prenda para ir a trabajar.
El vestido seleccionado es un vestido sencillo, corte camisero, estilo túnica, manga francesa abullonada y bolsillitos. Los vestidos con bolsillos me parecen adorables. Da igual que sean tipo túnica, abullonados o baby doll. Con bolsillos tienen un punto ingenuo que les sienta de maravilla.
Este vestido es perfecto para trabajar, sin importar el sector en el que nos movamos. Sirve para una abogada, una directiva o para una creativa de publicidad. El truco, en los complementos:
- si nuestro trabajo es muy serio, estamos rodeadas de hombres y las bromas son más bien escasas, apuesto por combinarlo con una media opaca negra, zapato bicolor y chaquetón crudo, cruzado en la parte delantera y con cinturón. O con unos zapatos de tacón tipo mocasín como los de Bluprint. Si no lo queréis tan formal (o por variar) también es válido con media marrón opaca, zapato bicolor en crudo+naranja y trench.
- si somos creativas, o en nuestro trabajo el ambiente distendido es lo que predomina, entonces podremos experimentar más. Puedes combinarlo con un botín alto de tacón. Si eres atrevida, quedará ideal con calcetines bajitos. El botín puede ser gris, por ejemplo. Llévalos con medias opacas de colores. Quedan genial con media verde musgo o con media púrpura.
En general, los accesorios se limitan a pendientes y maxi anillos. Pero los collares no tienen cabida, ya que los cuellos camiseros dejarían de funcionar. Los bolsos, grandes, al codo.
¿Y el frío? que no importe. Si hacemos caso, en algunas partes de España nunca se podría ir estupenda. Hagamos como en New York, que lucen piernas desnudas a temperaturas bajo cero y con sandalias: echemos mano de las pieles, que sean verdaderas o no, están hechas para abrigar.
Seguid tan guapas.
No se te ocurra: ponerte medias de rejilla. Al igual que me sucede con las color carne (es que ya sólo con ese nombre…) han intentado estrangularme con ellas – 😉 – Creo que también han tenido su momento. Y después de un reinado de casi diez años, hoy por hoy, la rejilla está muerta. Hasta próximo aviso, ya sabéis cómo es esto de las modas.
Tampoco leggins. Vale, han estado muy de moda. Pero creo que empieza su caída en picado. Nunca me han gustado, así que tampoco puedo ser imparcial. Son ochenteros, y los ochenta se han caracterizado por su trasgresión, su creatividad y todo lo que queráis. No por su elegancia (recordemos: las hombreras). Además, no quedan bien en todas piernas, en general, no favorecen (acortan el largo de la pierna) y están macroextendidos y popularizados.
Cuidado con la ropa interior. Estos vestidos marcan más que un vaquero, a pesar de que no lo parezcan.
Las medias liguero. Son minivestidos. Dejo a cada una la libertad de enseñar lo que quiera. A mí, me gusta más insinuar…
Lo encontrarás en: el vestido es de Carolina Herrera. Los botines altos, de Zara.