Vaya por delante que la adoro. Nunca tantos “no se te ocurra” han funcionado tan bien juntos. Nunca ha habido ni habrá, una española a la que el exceso de silicona facial y uñas de gel sienten tan bien. Marujita Díaz es la contradicción entre juventud y madurez en perfecta convivencia. Por eso se merece un episodio de Mis Mitos. Porque la adoro.
Marujita Díaz triunfaba en el franquismo en el mundo de la copla y en el cine musical de la época. Con un gran sentido del humor, destacó entre muchas cosas por su característico movimiento de ojos que aún ejercita. En la actualidad y desde hace tiempo, es la reina de la “charcutería fina” (Marujita Díaz dixit) en un reino en el que la mesura no existe. Rozando siempre el límite del riesgo, me gusta de ella que es como un maniquí del libro de tendencias del Vogue: todo lo lleva, pero junto, a la vez. Y particularmente me fascina:
- Su siempre excesivo cabello y maquillaje.
- Sus grandes esmeraldas y brillantes gigantes. Por mucho que se empeñe en decir que no son de verdad, todos sabemos que posee una colección de joyas envidiables.
- Sus transparencias y el print de leopardo, los caftanes y sedas estampadas en general.
- Su abanico y cómo lo mueve.
- Sus gafas de sol. Pionera de la gafas máscara, ella ya las llevaba exageradas y diferentes.
Leído así podría parecer un ejemplo más de señora rica venida a más que quiere que todo el mundo se entere de su estatus. Al contrario: es un ejemplo de equilibrio perfecto del exceso que responde a su maravilloso sentido del humor, a su jovialidad y su simpatía. De hecho, su más valioso complemento es su amplia sonrisa, que llena de alegría y buen rollo el lugar en el que se encuentre.
Así que por mí, Doña Marujita, siga haciendo lo que le salga del kiwi (como usted dice), porque lo hace estupendamente bien. Ole.
Besísimos.