Parece que fue ayer cuando os contaba el secreto que desencadenaba toda esta historia. Pero nunca os conté cómo, realmente, en privado, me lo pidió el chatín.
En nuestro punto original, como no podía ser de otro modo, no me llevó a Venecia, ni me lo pidió en una cena, ni a la orilla del mar… lo hizo (eso sí, hincando rodilla) del modo más romántico del que me lo podía haber pedido… con este anillo que veis arriba. Una “joya” de silicona con montones de luces de colores. Y os puedo asegurar que me conoce, ¡porque me encanta!