Mi madre está divina. No es amor de hija, es la verdad. Y eso es estupendo, porque a mimarido un día le dijeron “si quieres saber cómo será tu mujer de mayor, no tienes más que mirar a su madre. Así no te llevarás ninguna sorpresa”. Ahora entiendo por qué se casó conmigo.
Alguna vez he dicho por aquí la enorme sapiencia de mi madre en cuestión de belleza. No es de las que se tiran de cabeza a la alta cosmética, ni tampoco tiene un armario infinito lleno de potingues. Pero sabe, y lo más importante, con sus consejos acierta. Así que cuando me recomendó la mascarilla de aguacate (que ella practica desde tiempo ha) no dudé en probarla.
Ya es sabido que mi piel es seca y sensible. Por eso, sobre todo en invierno a causa de los extremos cambios de temperatura entre el exterior y el interior, necesita un plus de hidratación que esta mascarilla casera le proporciona.
Para hacerla, es necesario un aguacate a temperatura ambiente (muy frío puede irritar la piel), leche y aceite de oliva. Se vacía el aguacate y se pisa la pulpa hasta que quede completamente deshecha. Se mezcla con un chorrito de leche entera y otro de aceite de oliva hasta que quede una pasta uniforme. Y de ahí, a la cara y cuello que previamente hemos limpiado. La mantenemos 20 minutos y la retiramos con agua tibia. Es aconsejable aplicarla dos veces al mes.
Si nuestra piel es excesivamente sensible y con tendencia a tener rosácea, entonces no añadiremos ni la leche ni el aceite de oliva. Simplemente con el aguacate.
Fundamental, aplicarla en soledad. Porque aunque el resultado es estupendo (una piel muy muy suave), el aire de novia de Shreck no nos lo quita nadie.
Seguid tan guapas.