No va de gastronomía. Aunque la visión lejana de una de estas manifestaciones sí nos pueda hacer pensar en este alimento tan típicamente español y olé.
Sabéis que soy una clara defensora a ultranza de la causa de las medias opacas o tupidas, como quiera que llamemos a esa gloria bendita en forma de 100 den que oculta nuestras piernas en invierno y las estiliza mágicamente aun cuando la naturaleza nos haya negado tamaño beneficio. También me gustan novedades del tipo de las medias con canalé, con dibujito en relieve, o con agujeritos. Este año (a pesar de que ya asomaron la cabeza tímidamente ya hace unos cuatro o cinco inviernos) vienen con mucha fuerza las medias con motivos que asemejan el encaje.
Las medias de encaje son maravillosas si las piernas de la portadora rozan la perfección en cuanto a longitud y torneamiento se refiere. Si tenemos las piernas algo torcidas, o rellenitas es mejor evitarlas. Ni siquiera soñar con ellas. A nadie se le ocurrirá pensar en lo hiperfashion que somos y cuánto sabemos de tendencias cuando nos las vean puestas. Lo más probable es que piensen que en nuestra casa no tenemos espejo, que nuestro amor propio está por las nubes y que carecemos de vergüenza propia por ir luciendo las morcillas de la tierra en fundas de blonda de nylon. Y mucho menos si además se nos ocurre ponerlas con faldas de vuelo más allá de la rodilla y botines… I can’t live anymore.
Conste que cada cual puede hacer lo que desee. Eso sí, se requieren altas dosis de actitud para mudar el aspecto del terror en una oda a la valentía y saber llevar. Y eso, queridas mías, es aún más difícil que nacer con un cuerpo perfecto.
Con medias de encaje o no, seguid tan guapas.