Suele pasar que nos ponemos a planear compras de temporada y de rebajas y se nos olvida frecuentemente el cajón de la ropa interior y la ropa de playa. Acabamos tirando de viejas glorias del armario renovadas para ir a la misma. Y no, amigas estilarias. No puede ser. Tenemos que planear cómo vamos a vestir para ir a la playa. No significa que tengamos que tener el armario de Ana Obregón para sus posados veraniegos. Con un par de conjuntitos, vamos perfectas (porque además, ese par se sumará al otro par del año anterior y así sucesivamente). Porque no todo es traje de baño: lo de fuera también cuenta.
- Prenda exterior: yo apuesto siempre por las camisas y vestidos camiseros. En XXL que sirven como vestido o en compañía de un short, son muy elegantes y además, en caso de que no nos apetezca enseñar redondeces corriendo detrás de los polluelos, muy socorridas para llevar abiertas con el bañador. Son un buen sustituto del pareo que se ha ido a vivir a la isla de los desterrados junto con el chal. El pareo me gusta de pañuelo foulard para cuando refresca. Y prefiero una toalla fouta (que es esa toalla muy finita, de algodón, con flecos, que parece un pareo precisamente) colocada en modo falda larga alrededor del cuerpo. Nunca anudada a un lado. Solo se lo permito a Gunilla Von Bismarck que se mantiene esplendorosamente en los 80 marbellíes. Además de los vestidos camiseros, me convencen mucho los tipo túnica con bordados y cordones de pompón en el cuello. O los sencillos monos y vestidos de algodón.
- Los pies. Las chanclas envejecen. Y a lo mejor va siendo hora de jubilar esas Havaianas de cuando hiciste la comunión que te compraste en un viaje a Ibiza cuando eras joven y moderna. Renueva, cómprate otras o arriesga y busca unas de rollo piscinero o tipo ugly shoes. Mucho mejor si son de plástico y se pueden mojar.
- La bolsa. Si vas de viaje, mejor una bolsa plana, que puedas meter en la maleta. Las hay ideales, de todo tipo y todos los precios. Y si te lo puedes permitir por espacio o logística, recupera el capazo de palma. Son los mejores para la playa, sin duda. Adórnalo con un pañuelo de algodón, por ejemplo, para darle algo de personalidad.
- Los complementos. Un estuche para guardar las cremas, otro más pequeño para el dinero, llaves, etc.; un sombrero o turbante o visera o lo que te guste… pequeños detalles que marcan estilo también en la playa.
Y tú pensarás, querida estilaria, en la soledad de tu hogar: ¿por qué esta mujer quasi loca nos dice estas tonterías para ir a la playa? Si solo es para ir a la playa… no es una boda ni una fiesta del Yodona. PUES ME DA IGUAL. Es un momento para sentirse guapa. Es un momento para derrochar glamour. Es la seguridad que necesitamos para aterrizar en la arena mientras suena el Take my breath away y a la gente se le cae la bola de helado.
No se te ocurra: bolsa cutre. Bolsa de esas que te regalan en la perfumería número tres (no la del perfume, si no la de la perfumería en sí), con su olor a petróleo y sus colores estridentes.
Gorra. Pero gorra de gorra. De publicidad. Demasiado Benidorm 1960.
Ojo con el calzado que llevas a la playa, porque siento informarte de un dato importante: hay arena. Muchísima arena. Y puede que parte de esa montaña de arena se meta en tus zapatos y te la encuentres durante todo el año y por toda la casa. Mejor siempre algo que se pueda sacudir con facilidad.
Cuando vayas a la playa, no te olvides la toalla siempre y cuando ésta sea mona. Si es una toalla roñosa, es mejor que se quede en casa. Cómprate una mona, que las hay modernas y preciosas. No te lleves el toallón gordo, mujer.
Lo encontrarás en: el vestido camisero (para llevar remangado y sin más ropa, obvio) es de Zara. El capazo, de Real Fábrica Española.