Lo bien que cantaba con todo aquel salero del mundo y buen humor la siempre recordada estrofa del “con mi chándal y mis tacones”. Pues sí, parece que el internacional atuendo de toda gran maruja que se precie, con título reconocido y con estadío, se ha socializado y la mayor parte de los diseñadores de toda firma importante parece que se han puesto de acuerdo realizando recreaciones de lo deportivo pero convirtiéndolo en finolis. Vamos, que a las deportivas de toda la vida se han empeñado en ponerle tacones. Y qué quieren que les diga, señores: me horroriza y horripila y me produce todo tipo de sofocos.
Las medias tintas nunca me han gustado. O vas de deporte o de tacones, pero el remix me parece un horror. Hace algunos meses, la gran Di nos ofrecía unas imágenes sin parangón en una estupenda entrada (por cierto, me acabo de dar cuenta de que escribo escuchando Coldplay. Homenaje completo, pues) con motivo de un rediseño de Sergio Rossi para Puma. Bimba&Lola también tentó a las masas con unas botas híbridas, lo que me hace pensar que esta extraña tendencia amenaza con popularizarse y que al igual que aquel terrible verano comenzaron a llevarse las cangrejeras de tacón (AAAAAAAAHHHHHHHHH!!!!!!!) pronto nos veremos rodeados de mutantes con forma de estilosos zapatos.
Por si se diera el caso, yo os prevengo. No a las mezclas extrañas. No favorecen, no estilizan, no son elegantes, cansan, son un error estético y durarán tan poco como la cara de asombro de quienes nos los vean. No caigáis en las redes de este tipo de calzado que amenaza al buen gusto. Que además, aviso, no por ponérnoslo sustituiremos el suplicio del gimnasio.
Seguid tan guapas.
El zapato de la fotografía es el modelo Rizzo de Pedro García. Que para ser de lo que hablamos, hay que decir que no está tan mal conseguido.