Seguramente más de una de las que pasáis por aquí sois habituales consumidoras de revistas varias. Y seguramente también os pase que no las queréis tirar: os gusta conservarlas y con el paso del tiempo, volver a verlas, repasarlas. Yo aún tengo mis Ragazza del año 92… Qué tiempos aquéllos, en los que Vanessa Lorenzo aún era una jovenzuela elegida The Model of the Year. En fin, que no las tiro ni muerta. Son joyas de mi incipiente interés adolescente en los libros de caballerías, como las llamaba mi madre.
Pues si a esas primeras Ragazzas les seguimos haciendo un infinito suma y sigue de revistas variadas, de un no parar de editoriales, entrevistas, ideas, consejos… encuadernados en hermoso papel, tenemos como resultado un problema grave de alojamiento. Lo lógico es empezar por estanterías. Pero existen otras maneras de poder conservarlas sin limitar el espacio para los libros. Y que además, quede bonito.
Yo las convierto en muebles. Son columnas sobre las que reposan cuadros o fotos. O patas de una mesita auxiliar con un cristal encima. La irregularidad de tamaños y grosores las hace ideales para este juego, que además vale para cualquier estancia de la casa.
Sácalas ya de los cajones, de los armarios, de las estanterías, y dales uso. Así además las tendrás a mano siempre que quieras.