En ocasiones tenemos una prenda en el armario, que nos fascina, pero que no acabamos de ver del todo adecuada para una situación en concreto. El truco está en mirarla con nuevos ojos, y así encajará a la perfección. Como el vestido de Patricia, para acudir de invitada a una comunión.

El vestido de Patricia es ceñido, en color tostado/topo. De tirantes, lo va a combinar con unos zapatos con taconazo en color nude. Así que el truco, para convertirlo en especial pero sin pasarse porque estamos hablando de una comunión, está en colocarle los accesorios adecuados. Como una cartera de mano divertida. Bien con muchos toques de color, bien con un detalle diferente (como los libros de Olympia Le-Tan). También, decantarse por un recogido de coleta y cabello tirante y unos grandes aros en dorado. O una melena muy trabajada, con una diadema muy cerquita de la frente, una simple banda fina en negro.

Y si luego lo quiero seguir aprovechando para salir de fiestecita, una cartera de mano en estampado serpiente será un punto estupendo.

Seguid tan guapas.

No se te ocurra: una cazadora vaquera. Es que a este vestido le puede sentar como una patada. Menudo pegote.

El rollo étnico no termino de verlo. Demasiado sofisticado para tanto colorín y tejidín.

Si no te gustan los tacones, este vestido no es lo adecuado. Los pide. No hace falta que sean exageradísimos, pero tan ceñido pide unos tacones.

Que sea liso y sencillo no significa que te tengas que llenar de banderillas. Complementos los justos. Es la muestra ideal del menos es más. No inventes.

Lo encontrarás en: el vestido de Patricia es de Hervé Leger. La cartera de mano, de Lanvin.

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