El lunes. Un día que habría que eliminar de entre todos los que tiene la semana. Aunque si no existiese el lunes, seguramente odiaríamos al martes. Sea como fuere, nos molesta madrugar, el terrible despertador con su sarcasmo mañanero cantándonos canciones al oído. Pero hasta que nos toque el Euromillón, o en su defecto, la suerte de encontrar patrocinador/a de nuestras vidas, no nos queda más remedio que acudir, día sí y día también, a nuestra cita laboral.
Visto lo visto, ya no hay nada que podamos hacer para evitar las obligaciones profesionales (sobre todo si ya hemos agotado las opciones de “estoy enfermo/a” o de mudanza) lo mejor que podemos hacer es convertirnos en las reinas de la oficina. Veamos, pues, cómo vestirnos para ir a trabajar. No importa el tipo de trabajo que desempeñe cada una.
La idea es huir levemente de los socorridos trajes de chaqueta o de las faldas con camisa. Podemos ir igualmente serias y elegantes pero jugando un poco más con nuestro vestuario. Ya sabéis que se trata de rentabilizar al máximo nuestro armario.
La propuesta se compone de una camisa masculina de color blanco. Y el adjetivo “masculina” no indica ningún tipo de estilo, sino que será masculina porque se la cogeréis a vuestro novio/marido/padre/hermano/abuelo/compañero de piso o lo que tengáis más a mano. Está claro que os quedará grande, pero ahí está la gracia del efecto. Si os ponéis una camiseta de tirante fino y de color blanco por debajo, podéis dejar la camisa sin abotononar, y tan sólo cruzarla por delante antes de meterla, de manera muy informal, dentro de los pantalones. Las mangas, remangadas.
El pantalón será un masculino negro en dos opciones. Más flojo, como el Aglae de Comptoir des Cotonniers, o de cadera baja y pitillo como los de Karl Lagerfeld. Personalmente, prefiero el primero, con un toque muy dandy a través de los zapatos oxford sin tacón (como los de Stuart Weitzman de charol negro con los cordones en raso); y del pañuelo con estribos anudado en la parte delantera del cuello. Un abrigo capa, con la manga francesa será perfecto. Y si lo acompañáis de un guante mini, mucho más.
Si os decantáis por el pantalón estrecho, podéis poneros también la americana e informalizar el traje. En los pies, un salón de tacón alto será perfecto. Podéis incluso atraveros con uno de color rojo.
La idea es jugar con una coquetería ambigua muy propia del estilo inimitable de Inés de la Fressange. Inspiráos en ella y dramatizad vuestro lunes, que para eso es el día más terrible de la semana.
No se te ocurra: abusar del rollo masculino. Dos elementos de chico serán suficientes. Pero no te pases colocando corbatas, tirantes, zapatos, pantalones, camisa… Jugamos con lo masculino, no nos disfrazamos de varones. Mesura, queridas, mesura.
No utilices corbata. Este tipo de camisa va muy despegada del cuerpo, y una corbata no es lo suyo. Déjala para un estilo más college. Pero si aún así sigues empeñada en ponértela, prueba a colocártela a modo de cinturón.
Llevar pendientes muy largos o colocarte un collar. Tampoco una gran colección de pulseras en la muñeca.
Jugar al colorín. Este estilismo ya se arriesga con los contrastes de tamaños y tallas. Con la ambigüedad. No hace falta sobrecargarlo de más información.
Lo encontrarás en: los pañuelos más clásicos y de insuperable calidad, son los de Hermes. Tienes camisas blancas de chico en Cortefiel. Y las clásicas de siempre, las puedes encontrar en Galán (Sevilla).
Seguid tan guapas.