Haciendo uno de mis ejercicios preferidos que os repito en más de una ocasión: vaciándolo. Solo si empiezas de cero podrás ser objetiva con él. Mirarlo como si fuera un armario ajeno. Ese es el único truco de verdad, el que funciona. Claro que ver tu dormitorio sepultado bajo una montaña de ropa, asusta. Pero no hay nada más efectivo que eso: empezar de cero. Además, en ese momento de vaciado saldrán a la luz cosas que dormían atrapadas detrás de un montoncito de jerséis. O bajo otra prenda en una de las perchas.
Ahora que tienes el armario vacío, plántate frente a esa montaña de ropa. Es el momento de que pienses de verdad en cómo es tu vida. La tuya. Sin tonterías de autopena porque te gustaría ser no sé cómo y no sé qué. O tener el cuerpo de maripuri y la cara de lolipepi. Con sinceridad y sin acritud. Y con esa actitud, respondas a estas preguntas:
Las respuestas a las tres primeras preguntas son cruciales porque a través de ellas tomarás conciencia de la realidad de tu día a día. De tus necesidades reales. No de fantasías. Porque si las fantasías guían tus compras, tendrás un armario irreal, que no te va a dar servicio a ti y que solo servirá para aumentar tu frustración. No pretendas ser quien no eres. Tus compras han de servir para que puedas conseguir montar looks fantásticos, preciosos y maravillosos para tu vida diaria.
La cuarta respuesta te dirá que tienes un uniforme recurrente. Lo que sueles ponerte más a menudo, sobre todo en los momentos en los que no te apetece pensar. Y ese uniforme recurrente tiene la información de tus necesidades. Habla de si para ti es fundamental ir más o menos abrigada, con más o menos tacón, más o menos arreglada. Y es a ese uniforme al que tenemos que ponerle fantasía.
Y esa fantasía está en la respuesta a la quinta pregunta. Piensa qué tiene de especial para ti ese look. Qué te hace sentir. Cómo te hace sentir. Y desmenúzalo. De qué se compone. ¿Puede ser la base para un nuevo uniforme? Porque quizás, en lugar de llevar cada día ese mismo conjunto recurrente que además no tiene nada especial, puedas darle otro aire con esa chaqueta de corte distinto, esos pantalones diferentes, o esos zapatos especiales. Y que así, de esa manera, todos los looks que compongas, todas las prendas que compres, sigan en la misma línea: cumplir con tus necesidades reales diarias con más estilo. Vestir “de diario” no es sinónimo de ir aburrida ni cochambrosa.
Te garantizo que este ejercicio es altamente efectivo. Si lo haces a menudo, será mucho más sencillo que tu armario se aproxime a eso que llaman cápsula y que a mí me gusta llamar versátil. Porque no creo en los armarios cápsula así, como concepto de bote, predefinido. Creo en los armarios versátiles, personalizados y funcionales.
Una vez que has analizado tu día a día y tu ser real, con toda esta información clara en tu cabeza, ya puedes empezar a auditar tu armario.
La ropa de uso más diario es la que más sufre. Pero por la misma razón, como está ahí día tras día, nos la ponemos de manera automática y solemos prestarle poca atención. Revísala bien. Mira en qué estado está. Si ves que está demasiado desgastada, rota, con bolitas ya insalvables, amarillenta… deshazte de ella. Si está rozando lo inservible pero aún puede darlo todo por la patria, aguántala pero igualmente inclúyela en la lista de próximas necesidades a renovar. La acción de retirar te servirá para pensar qué podrías comprar para sustituirlo. Y quizás sea el momento de atreverte a una nueva alternativa en prenda distinta. Otro corte. No la misma de siempre en otro color.
REVISAR EL ESTADO DE LA ROPA + ANOTAR EN UNA LISTA
Por supuesto, auditamos ropa pero no te olvides de los zapatos, bolsos y prendas exteriores. Todo tiene que pasar el radar. Porque tu ropa puede ser maravillosamente ideal que si tu abrigo o tus zapatos están hechos un desastre, todo tu esfuerzo e inversión habrán caído en saco roto.
Si estás en pleno cambio de armario, sé aún más crítica. No guardes prendas que no merecen ser guardadas para la próxima temporada ya que están estropeadas o no han pasado los criterios que hemos visto en páginas anteriores.
En medio de esa montaña de ropa, me atrevería a apostar que un 60% de las prendas no te las pones apenas y/o no te las has puesto nunca. Medita las razones. Si es porque no tienes ocasión (caer en el error de comprar montones de prendas de salir de noche si nunca sales de noche), porque es de otra temporada y está por ahí dando vueltas (en el armario solo ha de estar lo que pertenezca a la temporada en vigor), si es antiguo (revival de “Sensación de Vivir”, ese vestido de la boda de tu hermana en el 98…), si no va con tu estilo (porque nunca lo fue pero te lo compraste porque se llevaba y se lo viste a no sé quién, o porque en su momento sí iba con tu estilo, pero ya no).
Si va contigo…
intenta buscarle un look. Empieza a probar cómo podrías exprimirlo, cómo podrías encajarlo en el armario. Pruébatelo con todo lo que veas que podría servir. Y probar es probar como tal: ponértelo y mirarte al espejo con él puesto. Solo así sabrás de verdad cómo te sienta, por qué lo tienes y cómo va funcionando con esas cosas con las que lo vas combinando. No te asustes. Al principio saldrán mezclas tremendamente terribles. Pero esto es ensayo-error. Sin miedo.
Si no terminas de verlo…
si con todo y a pesar de las pruebas no terminas de verlo funcionando, entonces no cruza la pasarela y debe desaparecer. Ya puedes tirarlo con total seguridad de que no te arrepentirás de ello. Quizás en su momento te encantó cuando te lo compraste, pero nuestro estilo evoluciona. Nosotras evolucionamos. Y no pasa nada si de repente aquello que en su momento te volvía loca ya no tiene sitio en tu “ nueva” vida. Son etapas. Y debemos quedarnos con que fue bonito mientras duró pero lo bueno aún está por llegar.
¿Y si vuelve?
No confundamos términos. Si nunca te lo has puesto es porque no iba contigo. Piensa que te lo compraste cuando estaba de moda y sin embargo, no te lo pusiste. Puede volver a llevarse una y mil veces y seguirás sin ponértelo. Así que no te ampares en eso. La moda es cíclica, es así. Pero esto no significa que todo valga y siempre valga. Porque además hay cosas que vuelven, cierto es, pero lo antiguo se verá siempre antiguo. Pasado de moda. Así que conservarlo todo no te da la seguridad de que cuando vuelva te lo podrás volver a poner. Evidentemente, lo vintage (lo bueno, de otra época) es harina de otro costal. La calidad nunca, jamás, pasa de moda.
Auditar también significa que tienes que contar. Contabilizar tu ropa por tipos de prendas. Cuántos jerséis tienes, cuántos vaqueros, cuántos pantalones negros, cuántos calcetines. Todo. Contando visualizas mejor en qué gastas tu dinero cuando vas de compras. Conectarás con tus aciertos y errores en tu actitud con la tarjeta de crédito. Piensa además si realmente te pones todas esas prendas que tienes. Agrupa las que DE VERDAD te pones. Con sinceridad. El resto será el resultado de la ecuación: lo que no pones. Quizás en este momento, haya alguna más que tenga que desaparecer del armario y que se había escapado de la criba anterior.
En ese conteo también tienes oportunidad de ver si salen montones de unidades de una misma prenda. Entonces, piensa… ¿por qué tienes tanto de lo mismo? ¿para seguir vistiendo de uniforme? No se trata de que tengas un armario hiper variado. No se trata de tener un escaparate de tendencias. Pero tampoco que te vistas como si vivieras en “El Cuento de la Criada”. Un término medio: ni todo igual, ni tampoco un crisol de tendencias.
Después de esos momentos de intimidad con tu ropa, de hablar y meditar a solas con ella, de intentar comprender cuáles son tus actitudes cada día cuando te vistes, ya estás en el camino de entender el funcionamiento de tu armario.
Y ahí es cuando de verdad empieza el proceso de convertir tu armario en TU armario cápsula.